Otra vez ese olor nauseabundo, indescriptible, se ha posado sobre la ciudad y las localidades cercanas. En ocasiones son ráfagas que desaparecen a los pocos minutos, o en un par de horas, pero recientemente tuvimos días enteros de experimentar esa sensación de que Tucumán se está pudriendo de a poco. El motivo ya se conoce: se debe principalmente a la vinaza, un desecho de la producción de alcohol a partir de la caña de azúcar, con la que se riegan campos de caña o se realizan compostajes.
La nueva pregunta es hasta cuándo los tucumanos tendremos que soportar ese olor -incómodo y vergonzante, sobre todo cuando recibimos visitas-, o si en realidad nos tendremos que acostumbrar a él como parte del paisaje urbano.
“Nosotros creemos que en dos o tres años estos problemas se irán solucionando. Los temas ambientales requieren gestión y que se acompañe con tecnología. La tecnología está en camino: hay licitaciones de empresas en el marco del plan Renovar2 (promueve las energías renovables) para generar energía quemando biomasa con vinaza. Por lo tanto, muchas de estas situaciones van a desaparecer. Estamos convencidos de que lo que hoy padecemos con los olores por la fermentación de los compost va a desaparecer”, alienta el ingeniero Alfredo Montalván, secretario de Medio Ambiente de Tucumán.
La vinaza es el principal desecho de la producción de bioetanol, un combustible que se elabora a partir de la caña de azúcar. Hasta el año 2012, explica Montalván, ese residuo (una mezcla de líquidos y sólidos orgánicos e inorgánicos) se volcaba al río y terminaba en el embalse de Río Hondo. Debido a los conflictos con la provincia vecina, cada establecimiento industrial tuvo que hacerse cargo puertas adentro de la vinaza.
“Hay tres formas principales de disponer la vinaza -explica Noemí Santillán, biotecnóloga responsable del Programa de Reconversión Industrial (PRI), de la Secretaría de Medio Ambiente-: una es regar los campos productivos, pura o diluida, según las cualidades del suelo; esto puede hacerse una vez al año. Otra manera es regar los campos improductivos; esto se hace con mayor frecuencia, puede ser cada siete o 14 días. Y, por último, en época de lluvia cuando no se puede acceder al campo para regar, se puede dejar la vinaza en piletones debidamente impermeabilizados, durante un tiempo máximo de 25 días. En todas estas situaciones la vinaza fermenta y genera los olores que se sienten en la ciudad, y que por un proceso de inversión térmica quedan suspendidos y no se elevan”, detalló.
“En los temas ambientales, cuando se soluciona un problema, aparecen tres por otro lado. Hasta hace algunos años, los residuos de la producción de caña y de otras industrias iban a parar al embalse. Solucionamos ese problema, pero ahora tenemos el conflicto del mal olor. Son procesos que llevan su tiempo”, agregó Montalván.
Por cada litro de alcohol se generan 10 litros de vinaza, que a su vez está compuesta en un 90% de agua. El desafío actual consiste en concentrar lo que más se pueda la vinaza para luego quemarla junto con el bagazo y producir energía. En algunos ingenios, explicó Santillán, ya se está probando un producto compuesto por una mezcla de cachaza con ceniza y vinaza concentrada para incorporar a los compost, que podría usarse como mejorador de suelos o fertilizante.
Montalván insiste en que los industriales son los primeros interesados en exprimir al máximo las posibilidades de la vinaza, un elemento que hasta ahora es tratado como desecho, pero que en realidad se puede recuperar. “La vinaza, además de ser fuente de energía renovable, también tiene un gran contenido de potasio, un elemento fundamental para ciertos cultivos como la vid. En Argentina estamos importando potasio por un lado, y tirándolo por el otro, con la vinaza en los campos. Así que fíjese si no habrá intenciones de obtener ganancia con la vinaza”, finalizó el funcionario.
En el turismo
Mal que mal, los tucumanos comenzamos a acostumbrarnos a ese olor pestilente que nos cambia el humor y la cara. Pero también nos incomodamos cuando toca recibir a alguien de afuera, que se sorprende por el “perfume” del supuesto “Jardín de la República”. En Turismo no desconocen el problema, pero tampoco consideran que sea motivo para avergonzarse.
“En una primera impresión perjudica, en la percepción de la gente que viene a visitarnos. Pero si nosotros los tucumanos explicamos el motivo del olor, la cosa cambia. La industria azucarera es uno de los pilares de la producción local y a Tucumán se lo identifica con la caña de azúcar, con los ingenios. Entonces, depende de cómo lo tomemos nosotros mismos: si lo presentamos como una debilidad y un pesar o como una característica de nuestra provincia”, opinó Elena Colombres Garmendia, vicepresidenta del Ente de Turismo.
La funcionaria considera que es clave formar al personal de contacto con el público en estos temas: playeros de estaciones de servicio, personal de hoteles, trabajadores de restaurantes, etcétera, tienen que estar preparados para saber responder a qué se debe el olor del ambiente. “Por supuesto que todos quisiéramos que primara el olor a azahar antes que cualquier otro, pero no es nuestra realidad. Lo más importante es conocer las fortalezas y las debilidades, y tratar de que estas últimas no nos jueguen en contra”, insistió.
Colombres Garmendia comparó la situación de Tucumán con Mar del Plata, por ejemplo, o con otros destinos marítimos. “El olor a puerto es característico de esos destinos, es su impronta vinculada a su actividad productiva. No creo que a nadie le guste el olor al puerto de Mar del Plata, pero la gente comprende que es su actividad económica entonces lo mira con otros ojos. Lo productivo siempre está ligado al perfil de cada lugar que uno visita, y eso el turista lo sabe y lo experimenta”, finalizó.